lunes, 6 de julio de 2009

Para Clara y José



Ir a la escuela era algo que me gustaba hacer, sobre todo las clases con la señorita Elisabeth, eran muy divertidas, Susi y yo nos reíamos siempre con las explicaciones que nos daba la maestra.
Llegábamos las primeras para jugar en los columpios del jardín y Carolina no consiguió ganarnos en las carreras aunque se esforzaba por hacerlo siempre. Mamá solía decir que nuestras zapatillas tenían alas mágicas de hadas y por eso éramos tan rápidas.

Cuando no pude ir al cole venían a visitarme a casa y me sentía muy feliz escuchándoles, no me importaba tener que estar en cama, ni siquiera me acordaba de que no podía moverme.

El señor Ramón les dijo a papá y mamá el nombre de lo que me pasaba, todos enmudecieron ese día y aunque no entendía nada, comencé a hablar con diminutivos porque mi enfermedad me hacía pensar en un ser pequeñísimo y muy feo. Susi se reía cuando empecé con mi plan, seguro que ese nombre tan horrible se marcharía a otro lugar. Le decía Susinitis haz un dibujitis y veía como su boca se abría una y otra vez sin parar, incluso me parecía oír su risa, ya que la conocía a la perfección.

Mamá inventó el juego de escribir en una pizarra pequeña que nos prestó Eli, así era más fácil para mí, ya que a veces me ponía nerviosa no entender lo que los demás querían decirme, sobre todo cuando venían mis amigos a jugar.

Una mañana me sentí triste, aunque mamá me tocaba no podía verla y sentí mucho miedo como en el cuento del niño ciego que se pierde en un bosque y no logra salir de él.

Entonces alguien me habló, era una voz conocida y sin saber qué sucedía le entendí y el terror ante lo que me había pasado al despertar, desapareció.
Podía hablar con mamá y papá, ellos me escuchaban y apretaban mi mano para que lo supiera. A mi lado también estaba Sara, la voz que había oído y a quien si podía ver todo el tiempo. Era la hermana pequeña de Susi, hacía dos años que el río la había arrastrado cuando la tormenta con mucha fuerza se llevaba todo lo que encontraba a su paso.

Aquella mañana Sara dijo que teníamos que irnos, cuando cerraba los ojos podía correr y jugar de nuevo y me sentía muy bien haciendo todo tipo de actividades junto a muchos niños y personas mayores, el parque huele a tierra húmeda y hay muchas de las flores preferidas de tía Laura.

Si mamá llega hasta aquí de la forma casual que sea, le digo que la quiero mucho y a papá también, siento no haber podido despedirme de otro modo y espero que no estén enfadados conmigo.

 


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