viernes, 25 de septiembre de 2009

Logré ser persona



Mi madre solía decir que me educaba ante todo para que fuera persona, no la entendí hasta que fuí mayor, aunque es cierto que imaginaba el término de persona como algo grande e importante y dudaba seriamente en poder cumplir ese deseo ¿y si nunca lograba ser persona? Fué una época complicada en la que me esforcé por superar las expectativas que mi madre soñaba.

Ella me preparó lo mejor que pudo y supo, sus valores cimentaron mi existencia. Gustaba escuchar lo que había vivido, conocer y aprender con la misma inteligencia cultural que poseía. Me enseñó a elegir de manera correcta, sabiendo que aunque lo que deseo tarde en llegar, lo hará, hay que saber esperar, requiere ser maduro y sobre todo estar motivado, no perder la ilusión.

Conocí a seres humanos que jamás llegaron a ser personas por mas que ellos lo creyeran, no sabían convivir ni siquiera con si mismos.
El que no sabe lo que quiere es imposible que logre ser feliz, tampoco quisiera dar clases ahora, no fuí maestro porque nunca me gustó convencer a nadie ni obligar a hacer cosas que uno no sintiera. Pero es cierto que alcancé la felicidad en muchos momentos al comprobar que había logrado lo que deseaba.

Fuí médico, me dedicaba mas a los niños, no quería que a ninguno le sucediera como a Lucía, mi hermana melliza, murió con 4 años y madre nunca supo que le sucedió. Padre quedó sumido en un terrible anhedonia que terminaría con él 2 años después. En ese tiempo Lucía permaneció con nosotros aunque solo yo podía verla, ahora comprendo que el dolor de padre no la dejaba marchar, lo se porque me pasa igual a mi con Elisa, mi hija pequeña.

Me siento en su cama y Lía sonríe, la tristeza desaparece de sus lindos ojos melosos y siento que aún no puedo dejarla. Es lo único que me mantiene aquí, no me queda nada por cerrar ¿quién tapara a su inseparable Betsi, si me marcho?

viernes, 4 de septiembre de 2009

Sigo ahí




Todo el tiempo viví temiendo la llegada de la muerte, tan solo duró un breve instante, el mismo en que fui feliz. Debería haber sucedido mucho antes, quizá conseguí desviarme del camino que me llevó a ella, solo huí porque tenía la firme convicción de que todo podía cambiar en unos años.

Ana era la mujer con la sonrisa mas tranquilizadora que nadie pudiera poseer, una de tantas virtudes por las que me enamoré de ella. Ni un solo día dejé de recordarla.

Aprendí que en realidad no decidimos nosotros, cuando quise ir al norte la lluvia arrastró el puente y con él los planes que había logrado trazar durante la noche. En el mismo momento que vi positiva la idea de pasar inadvertido entre los feriantes que llegaban a la ciudad, el incendio hizo que tuvieran que marcharse.

Fueron muchas situaciones las que cambiaron mi modo de entender lo que algunos llamaban destino y aunque mi cuerpo caminaba, comía y dormía, mi alma había muerto cuando salí de mi pueblo, ni yo mismo podía reconocerme.

Mi corazón no entendía la razón de lo que me estaba sucediendo, pensaba diferente a la mayoría, era un adelantado a mi tiempo como dijo aquel cabo, Julián, de mirada paralizadora y eso me condenaba como criminal peligroso que no merecía ser juzgado.
La condena había sido firmada años atrás, siempre lo supe, por eso cuando disparó no bajé la mirada, no le veía a él.
Me encontraba sentado con mi mujer en la fuente de la plaza grande, me decía que podría escribir historias que los demás leerían sentados en sus casas, yo bromeaba sobre las caras que podrían si decía algo inconveniente o inesperado. Le dije que sorprendería a todo aquel que leyese la historia de mi vida, conseguiría que un escalofrío rozara su alma sobre todo de quien lograra verme...

Creo que un día seré, seremos encontrados y la paz jamás nos abandonará.


 


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