domingo, 16 de agosto de 2009

Ahora si




Me miró y me dijo que expresaba demasiado mis emociones, algo poco normal, ya que el hombre debe ante todo pensar. Tras la conversación, que podríamos llamar mejor, monólogo, llegué a pensar (haciendo caso a su palabras) que el quería que fuese una planta, así no molestaría, debería quedarme quietecita sin hacer ruido y por supuesto esperando que me regara para que fuera creciendo, siempre a su gusto, para ser mostrada cuando le apeteciera y escondida si no había necesidad de que fuera vista por algunos de sus fascinantes amigos. Si, si, esos que educan maravillosamente a sus críos, lo típicos niños que nunca lloran, ni gritan, pasan todo el tiempo durmiendo y por supuesto, no se mueven, lo dicho, maravillosos ¿no?

Yo no quiero parecerme a ellos, no estoy dispuesta a sufrir un conflicto cuerpo-mente a estas alturas de mi vida “emocional”, me gusta comunicarme tal cual soy y creo que pensar-hacer-sentir va unido.

Ellos siguen empeñados en acabar con todas las emociones, ya que no saben cual es la culpable, no salvarán a ninguna, menudo razonamiento ¿verdad? Aunque visto desde fuera puede resultar cuanto menos curioso, es cierto.

No conseguí ser lo que esperaba de mi y se empeñaba en decir una y otra vez el daño que le causaba, lo mal que me portaba, las mentiras que tenía que pronunciar por hacerme quedar bien ante los demás, lo infeliz que era a mi lado, lo que yo había resultado ser en realidad... Día a día minaba mi autoestima y destrozaba mi corazón. Hasta que decidí que no podía continuar así y le hablé sobre una separación, por supuesto era lo mas razonable, no había quien aguantara la situación durante mas tiempo, me había quedado sin amigos, sin familia que quisiera saber nada de lo que pasaba porque yo les había ido alejando poco a poco y no quería que mi hija naciera en aquel infierno y se convirtiera quizá en uno de ellos.

Los insultos llegaron acompañados de golpes, su mirada era la de alguien diferente a la persona que había conocido años atrás, por mas que le pedía que dejara de hacerlo, apretaba mas y mas mi barriga gritando que no era suyo. Desperté en aquella fría habitación blanca, no podía moverme y un tubo salía de mi garganta, tardé un rato en darme cuenta de lo que había pasado o de lo que yo creía que había pasado y le vi de pie al lado de la silla, tranquilo, hablando con el médico sobre lo duro que era todo aquello y que habría que ser fuertes, mi caída había provocado la muerte de mi hija y esperaban mi recuperación para que la policía pudiese hablar conmigo sobre aquel accidente, pero yo estaba mal y las próximas 48horas eran cruciales.

Cuando se marchó se acercó sonriente y me susurró despacio, para que recordara cada una de sus palabras “ la niña ha muerto ¿la ves ya?”

 


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