Vicente,
el vasco
Mi
vida solo fue como la de muchos compañeros y en Gurs los días
estaban vacíos por mas que intentásemos enfrentar cada
mañana con la mayor de las esperanzas.
La
comida ya no era lo mas importante, ese vacío también
se encontraba en nuestros estómagos y cuando alguien moría
muchos envidiábamos su marcha y pedíamos porque la
nuestra llegara pronto. Si te unía algo especial con quien se
iba, el desánimo te cubría , me sucedió con
Federico Santamaría y meses mas tarde con Gregorio Luna.
Mi
barracón C, sin ventanas, el aire no entraba al comienzo, mas
tarde sentimos haberlo deseado porque la tela que lo cubría se
caía a pedazos y el frío era insoportable. Convivíamos
53 compañeros.
Aunque
sintieras que estabas mal, sabías que la peor parte fue
después para los judíos que se los llevaban a lugares
peores.
Algunos
compañeros huyeron y tuvieron suerte en su camino porque no
regresaron mas.
Los
niños y las mujeres te partían el alma, uno pensaba que
al ser hombre podías lidiar con todo tipo de situaciones, pero
no poder salvar de aquella desgracia a tus propios hijos y a sus
madres, te hundía mas y mas cada día, podía
verlo en las caras de los hombres.
Muchos
fueron trasladados desde Argeles Gazost, (al lado de Lourdes, que
ironía) porque el campo se quedó pequeño y un
gran número de vascos terminamos juntos en Gurs.
A mi
me separaron de mi Arrigorriaga del alma para siempre y Gurs fue una
de las pocas cosas que pude ver antes de irme. Solo tenía 38
años y en todo momento trate de que mi familia no sufriera por
mi situación, mis cartas siempre trataban de ser
esperanzadoras y llenas de ironía que era lo único que
me mantenía con fuerzas. Aquella noche decidí que no
podía continuar mas allí, pensé en aparecer en
realidad en casa y luego marchar de nuevo, pero mi camino no tomó
el rumbo que habría deseado, digamos que me encontré
con quien no debía antes de dejar Francia y eso impidió
cumplir mi sueño, regresar a casa.
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